viernes, 4 de abril de 2008

PREGÓN DE FIESTAS DE SEDANO – AGOSTO DE 1995


Lo logramos. Tras un año salpicado de trabajo, de sinsabores, de disgustos y de alegrías tres días nos aguardan con su disfraz festivo. Cumplimos el protocolo como es norma de la casa con un cariñoso saludo a los que ya desde ahora dejais de ser forasteros y a todos sin excepción un fuerte apretón de manos. Rastreamos esta vez por los rincones del pueblo. A los recien llegados se lo haremos familiar y recordaremos los demás algún lugar, tal vez, de la memoria olvidado. ¿Me acompañais?.

Lagos, punto de partida. Simpático y regordete, despistado pero siempre atento a saludar al viandante. Su plaza ha sido siempre orgullo del habitante. Recita el molino versos a su cascada. A modo de diadema guarda el puente la tersura de sus aguas que peina cada mañana con una salcina seca desde algún sitio allá en el cielo nuestro humilde molinero.

Un breve trecho carretera abajo. Eras. En la ontananza la iglesia nos acompaña. En otro tiempo se alojaba el campo de fútbol donde ahora se ven el cuartel, el ambulatorio o la farmacia. Chirridos de columpios servían de megafonía mientras la pelota corría pendiente abajo. Topamos enseguida con la vieja escuela. Sirve de consultorio, de merendero, de tele‑club, de discoteca, de parking, de gimnasio y, paradoja, hasta de escuela. A punto de jubilarse, sempiternas, tres acacias.

La ermita nos cede el paso al adentrarnos en La Plaza. Mi fiel amiga. Es la única del pueblo que aguanta sin pestañear, pues no tiene otro remedio, la música, las tracas o los rollos del pregonero. Centro neurálgico, económico y político. El ayuntamiento recio y erguido luce ya en sus solapas estandartes acordes con el día del festejo. Calzan los soportales zapatos de charol nuevos.

Aquí a la vuelta Barruelo. El molino, chiquito pero hablador, está un poco fastidiado del barullo de la gente pero aguanta, y es que lo entiende. Dos arterias se diluyen entre casas y entre verde y tras brincar sus dos puentes nuestro ilustre Sedanillo, se entrelazan y se incrustan en el regazo del monte. Se difumina el sendero que nos traslada por las espaldas del pueblo hasta el siguiente destino.

Valdemoro. Demuestra su señorío con nombre de caballero. Caminan en él por un lado el río y la carretera cogiditos de la mano. Del otro, por un sendero estrecho donde los árboles convierten el rumor de sus hojas en enésima sinfonía, una fuente donde antaño los mimbres reposaban nos permite refrescar nuestro paseo. La tranquilidad se palpa, la paz se respira a borbotones.


Regresamos. La fuente de la Tobaza silba sin desafino el estribillo del verano. Siguiendo su pista cuando los pinos doblan la esquina Trascastro aguarda. Ultima parada. Tímido y larguirucho se cobija tras la sombra de la iglesia para esconder su sonrojo y disimular su vergüenza. Dicen que juega al mus siempre con ella de pareja.

Hasta aquí llego el paseo, esto fue todo, amigos. Ahora retrocedemos y que empiece ya la fiesta. Disfrutad de cada instante, de cada rincón, de cada gente. Gracias por acompañarme y en otra ocasión espero encontraros aquí nuevamente pregonando, como siempre paseando.



Marco A. Barcenilla
Sedano, Agosto de 1995

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